Chíngate una memela, primo
Paquete con ayuda y lección creativa

Por: Roberto Salazar M.
En octubre de 2023, cuando el huracán Otis arrasó con Acapulco y dejó a miles de personas en situación crítica, comenzaron a llegar toneladas de ayuda desde todo el país: agua, ropa, medicamentos, alimentos no perecederos.
Entre tantos paquetes anónimos, uno captó la atención de los medios y las redes sociales: un paquete de harina de maíz, Maseca, con un mensaje escrito a mano por el donador:
“Chíngate una memela primo! Fuerza desde Nayarit.”
Así, sin departamento de copywriting, sin pauta, sin brainstorming... con una frase honesta, espontánea, y lo más importante: humana.
Eso bastó para que ese paquete, idéntico en contenido a miles de otros, se volviera único.
Porque lo que hizo la diferencia no fue el producto, sino el mensaje. Ese es el truco, y al mismo tiempo, la parte que a muchos se les sigue escapando.
Entre publicistas solemos repetir una máxima que ya es casi muletilla: todo consumidor de productos es antes un consumidor de mensajes.
Pero en tiempos de saturación visual, algoritmos hambrientos y plantillas “creativas” descargadas de internet, eso ya no basta.
Porque si todos los paquetes hubieran llevado una inscripción escrita a mano, ¿cuál destacaría? Exacto: el de la frase más original, la más genuina, la que logra conectar.
Cuando todo el mundo está gritando, el susurro bien puesto puede ser el que corta el ruido.
Lo mismo pasa con los restaurantes que prometen una experiencia gastronómica única.
Es el mismo platito cuadrado, la misma luz cálida, el mismo lettering cursivo en el menú, el mismo chef con tatuajes minimalistas. El mismo todo, maquillado con otra cuenta de Instagram.
Y claro, se ve rico. Igual que los otros 315 que también se ven ricos.
Aquí es donde entra la creatividad como diferenciador real. No como adorno, sino como decisión estratégica.
Crear algo verdaderamente distinto implica pensar antes de ejecutar. Y eso, por si no lo has notado, toma tiempo y trabajo.
Hay que observar, cuestionar, probar ideas, y después asumir las consecuencias de lo que se ejecuta.
Porque no hay nada más cobarde que un “creativo” que solo hace lo que le aprueban sin meter las manos en el resultado.
Por eso los servicios creativos de una agencia no son un “extra”. Son el punto de partida.
Cuando se hacen bien, no solo embellecen lo que ya existe: revelan posibilidades que el cliente ni sabía que tenía.
Porque en una agencia seria, el proceso no es magia: es método, disciplina y también mucho colmillo.
Entonces, si en tu contexto todos hacen cosas lindas, todos dicen lo mismo y todos se ven igual, piénsalo dos veces antes de imitar.
Lo estético importa, claro que sí.
Pero no tanto como ser diferente.
Y a veces, la diferencia cabe en una frase escrita con marcador sobre un paquete de Maseca.
Una frase que no fue planeada, ni testeada, ni optimizada por un algoritmo...
Pero que logró lo que muchos anuncios con presupuesto no logran: Que alguien la recuerde.
Entre tantos paquetes anónimos, uno captó la atención de los medios y las redes sociales: un paquete de harina de maíz, Maseca, con un mensaje escrito a mano por el donador:
“Chíngate una memela primo! Fuerza desde Nayarit.”
Así, sin departamento de copywriting, sin pauta, sin brainstorming... con una frase honesta, espontánea, y lo más importante: humana.
Eso bastó para que ese paquete, idéntico en contenido a miles de otros, se volviera único.
Porque lo que hizo la diferencia no fue el producto, sino el mensaje. Ese es el truco, y al mismo tiempo, la parte que a muchos se les sigue escapando.
Entre publicistas solemos repetir una máxima que ya es casi muletilla: todo consumidor de productos es antes un consumidor de mensajes.
Pero en tiempos de saturación visual, algoritmos hambrientos y plantillas “creativas” descargadas de internet, eso ya no basta.
Porque si todos los paquetes hubieran llevado una inscripción escrita a mano, ¿cuál destacaría? Exacto: el de la frase más original, la más genuina, la que logra conectar.
Cuando todo el mundo está gritando, el susurro bien puesto puede ser el que corta el ruido.
Lo mismo pasa con los restaurantes que prometen una experiencia gastronómica única.
Es el mismo platito cuadrado, la misma luz cálida, el mismo lettering cursivo en el menú, el mismo chef con tatuajes minimalistas. El mismo todo, maquillado con otra cuenta de Instagram.
Y claro, se ve rico. Igual que los otros 315 que también se ven ricos.
Aquí es donde entra la creatividad como diferenciador real. No como adorno, sino como decisión estratégica.
Crear algo verdaderamente distinto implica pensar antes de ejecutar. Y eso, por si no lo has notado, toma tiempo y trabajo.
Hay que observar, cuestionar, probar ideas, y después asumir las consecuencias de lo que se ejecuta.
Porque no hay nada más cobarde que un “creativo” que solo hace lo que le aprueban sin meter las manos en el resultado.
Por eso los servicios creativos de una agencia no son un “extra”. Son el punto de partida.
Cuando se hacen bien, no solo embellecen lo que ya existe: revelan posibilidades que el cliente ni sabía que tenía.
Porque en una agencia seria, el proceso no es magia: es método, disciplina y también mucho colmillo.
Entonces, si en tu contexto todos hacen cosas lindas, todos dicen lo mismo y todos se ven igual, piénsalo dos veces antes de imitar.
Lo estético importa, claro que sí.
Pero no tanto como ser diferente.
Y a veces, la diferencia cabe en una frase escrita con marcador sobre un paquete de Maseca.
Una frase que no fue planeada, ni testeada, ni optimizada por un algoritmo...
Pero que logró lo que muchos anuncios con presupuesto no logran: Que alguien la recuerde.
Soy Roberto Salazar.
Publicista y profesor universitario.
Aquí comparto historias que me ayudan a comprender nuestra interacción en las complejidades del mercado actual, porque mi trabajo es ayudar a personas a lograr más, contando mejor lo que hacen.
Si crees que puedo ayudarte en algo, manda un mensaje o sígueme en la red social de tu preferencia.