Los Basureros del Norte
En branding, el pueblo gana

Por: Roberto Salazar M.
Nadie como los sudcalifornianos para poner apodos… de verdad, nadie.
Ingeniosos, rápidos y certeros. Dan en el clavo de una forma que puede ser molesta, pero no tanto como para protestar.
Es más… si protestas, es peor. El apodo se te pega más.
Si alguien te conoce, al escuchar el apodo se ríe y sabe por qué.
Si alguien no te conoce, también se ríe… y luego pregunta por qué.
Hay miles de anécdotas al respecto, pero hoy te quiero contar una que sucedió en Bahía Tortugas, en una época en la que el pueblo apenas superaba los mil quinientos habitantes.
Los trabajadores del servicio de limpia, que debían ser muy pocos, descubrieron que tenían afición por los instrumentos. Así que decidieron organizar un grupo musical.
Se pusieron un nombre. Uno formal. Uno pensado. Uno de esos nombres que alguien anotó con esmero en un cartel hecho a mano.
Y llegó el momento que todo artista espera: se presentaron. Y triunfaron.
Quienes los escucharon dicen que eran buenos.
Lo que nadie recuerda es cómo se llamaban.
Porque el pueblo los rebautizó en tiempo récord como: Los Basureros del Norte.
Y listo.
Nombre original, sepultado.
Posicionamiento popular, firmado.
En un pueblo pequeño no hacían falta explicaciones. Todos sabían por qué.
Y más importante: a nadie le pareció mal.
Era más directo. Más natural. Más pegajoso.
Así funciona el lenguaje cuando no está al servicio del ego, sino de la memoria colectiva.
Cualquier publicista ante un caso como este te dirá que posicionar el nombre original sería tan caro, que más vale asumir el nuevo con humor y avanzar.
Porque así de fuerte llega a ser el posicionamiento cuando surge del público.
Cuando no lo controlas tú, sino ellos.
Cuando no lo decides, lo heredas.
Y no hace falta irse tan lejos.
En Ensenada pasó algo parecido con Los Pollos Express.
Desde que recibieron el bautizo popular, ya nadie los llama así.
Ahora son –inevitablemente– Los Pollos de la Cementera.
Este tipo de posicionamiento tiene dos grandes motores:
La asociación de significado,
Y la cantidad de personas que lo comparten.
De la construcción de significado publicitario se ocupa la Semiótica y de su construcción social con se encarga la Antropología del Consumo.
Porque nombrar no basta, hay que investigar para saber si el nombre vive en la cabeza del público… o solo en el papel membretado.
Si tú no decides cómo te van a llamar… el público lo hará por ti.
Y en una de esas te toca ser el Basurero del Norte de tu categoría, que no está mal, pero estaría mejor si fuera parte del plan
Ingeniosos, rápidos y certeros. Dan en el clavo de una forma que puede ser molesta, pero no tanto como para protestar.
Es más… si protestas, es peor. El apodo se te pega más.
Si alguien te conoce, al escuchar el apodo se ríe y sabe por qué.
Si alguien no te conoce, también se ríe… y luego pregunta por qué.
Hay miles de anécdotas al respecto, pero hoy te quiero contar una que sucedió en Bahía Tortugas, en una época en la que el pueblo apenas superaba los mil quinientos habitantes.
Los trabajadores del servicio de limpia, que debían ser muy pocos, descubrieron que tenían afición por los instrumentos. Así que decidieron organizar un grupo musical.
Se pusieron un nombre. Uno formal. Uno pensado. Uno de esos nombres que alguien anotó con esmero en un cartel hecho a mano.
Y llegó el momento que todo artista espera: se presentaron. Y triunfaron.
Quienes los escucharon dicen que eran buenos.
Lo que nadie recuerda es cómo se llamaban.
Porque el pueblo los rebautizó en tiempo récord como: Los Basureros del Norte.
Y listo.
Nombre original, sepultado.
Posicionamiento popular, firmado.
En un pueblo pequeño no hacían falta explicaciones. Todos sabían por qué.
Y más importante: a nadie le pareció mal.
Era más directo. Más natural. Más pegajoso.
Así funciona el lenguaje cuando no está al servicio del ego, sino de la memoria colectiva.
Cualquier publicista ante un caso como este te dirá que posicionar el nombre original sería tan caro, que más vale asumir el nuevo con humor y avanzar.
Porque así de fuerte llega a ser el posicionamiento cuando surge del público.
Cuando no lo controlas tú, sino ellos.
Cuando no lo decides, lo heredas.
Y no hace falta irse tan lejos.
En Ensenada pasó algo parecido con Los Pollos Express.
Desde que recibieron el bautizo popular, ya nadie los llama así.
Ahora son –inevitablemente– Los Pollos de la Cementera.
Este tipo de posicionamiento tiene dos grandes motores:
La asociación de significado,
Y la cantidad de personas que lo comparten.
De la construcción de significado publicitario se ocupa la Semiótica y de su construcción social con se encarga la Antropología del Consumo.
Porque nombrar no basta, hay que investigar para saber si el nombre vive en la cabeza del público… o solo en el papel membretado.
Si tú no decides cómo te van a llamar… el público lo hará por ti.
Y en una de esas te toca ser el Basurero del Norte de tu categoría, que no está mal, pero estaría mejor si fuera parte del plan
Soy Roberto Salazar.
Publicista y profesor universitario.
Aquí comparto historias que me ayudan a comprender nuestra interacción en las complejidades del mercado actual, porque mi trabajo es ayudar a personas a lograr más, contando mejor lo que hacen.
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